Detectando necesidades y dando forma a la mejora

Tras los primeros días de observación, integración en el centro y diálogo con el equipo profesional, he podido profundizar en una de las realidades que más me ha interpelado durante mis prácticas: la dificultad que presentan muchos usuarios para expresar lo que sienten.

Aunque las rutinas están muy bien organizadas y se promueve un ambiente seguro y estructurado, la expresión emocional espontánea sigue siendo un reto para muchas de las personas que acuden al centro. La mayoría se comunica de forma funcional en cuanto a rutinas básicas, pero cuando se trata de hablar de emociones, deseos o frustraciones, aparecen bloqueos, confusión o incluso desconexión.

Esta necesidad ha sido confirmada por el propio equipo del centro, quienes comparten la preocupación por el impacto que esto tiene no solo en el bienestar emocional de los usuarios, sino también en su autonomía, su participación social y la calidad de las relaciones que establecen.

???? ¿Cómo se traduce esto en la práctica?
En ocasiones, pequeños conflictos o cambios en la rutina generan reacciones desproporcionadas, no porque la persona quiera “portarse mal”, sino porque no dispone de herramientas para comunicar lo que siente o lo que necesita. Ahí es donde surge la posibilidad de actuar desde lo psicopedagógico.

✨ Por eso, estoy empezando a organizar una propuesta de mejora centrada en trabajar la comunicación emocional de manera accesible y vivencial, adaptada al perfil del grupo con el que estoy trabajando. La idea no es hacer algo grande o complicado, sino algo realista, acompañador y significativo, que les ayude a identificar y expresar sus emociones, en sus propios códigos y ritmos.

Me ilusiona ver cómo una intervención tan concreta puede generar espacios de conexión auténtica. Estoy convencida de que, aunque el cambio sea pequeño, será muy valioso.

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