Sesión 2. Mi cara lo dice todo (13-05-25)

La segunda sesión (realizada el mismo día que la primera) se tituló “Mi cara lo dice todo” y tuvo como objetivo trabajar la expresión emocional a través del cuerpo y la mímica facial. Se planteó como una dinámica lúdica y participativa, que permitiera reforzar lo trabajado en la sesión anterior —el reconocimiento emocional— desde un canal más gestual y corporal.

La estructura de la sesión fue:

1. Inicio: breve repaso del panel de emociones con apoyo visual.

2. Dinámica principal: juego de mímica en el que cada participante debía representar una emoción con el rostro o el cuerpo, mientras los demás intentaban adivinar cuál era.

3. Cierre: reflexión compartida sobre qué emoción resultó más fácil o difícil de mostrar.

Objetivos trabajados

  • Expresar emociones de forma no verbal, a través de la mímica.

  • Reconocer emociones en los gestos faciales y corporales de los compañeros.

  • Reforzar el vínculo grupal desde una actividad dinámica y emocionalmente significativa.

Reflexión personal y análisis teórico

Esta sesión fue mucho más activa y expresiva. A diferencia de la primera, que tuvo un tono más tranquilo, aquí se generaron momentos de risa, sorpresa y complicidad entre los participantes.

En esta ocasión me fue especialmente útil recordar lo que sostiene Wallon (1942) sobre la importancia del cuerpo como primer canal de expresión emocional, y cómo en personas con dificultades comunicativas, el cuerpo sigue siendo una vía válida y rica para expresarse.

También vi con claridad cómo la teoría de las inteligencias múltiples de Gardner se aplica en este contexto: algunos usuarios que no habían verbalizado nada en la sesión anterior, se mostraron muy cómodos imitando gestos o reaccionando ante los de los demás.

Fue clave mi actitud de modelado: al iniciar con un ejemplo claro, rompí el hielo y reduje el miedo al error, lo que permitió una participación más relajada y auténtica.

Observaciones personales

Esta sesión fue energizante. Me impresionó cómo algunos usuarios se mostraron más libres corporalmente que verbalmente, lo que me reafirma en la necesidad de diseñar actividades que permitan distintos canales expresivos. Noté también que hay emociones que generan más resistencia (como el miedo), quizás por dificultad para representarlas o por lo que evocan internamente.

Este tipo de actividad me permitió observar diferencias en la espontaneidad emocional entre los participantes, algo que será importante tener en cuenta en futuras propuestas más complejas. Personalmente, me sentí mucho más cómoda y conectada que en la sesión anterior: voy entendiendo mejor el ritmo del grupo y el valor de la presencia emocional como parte de mi rol.

Empezamos desde lo más básico (12/05/25)

El pasado jueves 8 realicé la primera sesión de la intervención psicopedagógica, la cual se centró en una actividad llamada “¿Cómo me siento hoy?”, cuyo objetivo principal era identificar y nombrar emociones básicas a través de apoyos visuales y un panel pictográfico. Se desarrolló en un entorno tranquilo del Centro de Día APADIS, con un grupo de ocho usuarios previamente seleccionados.

Objetivos trabajados

OE1: Identificar y nombrar emociones propias.

OE2: Expresar emociones a través de lenguaje verbal o no verbal.

OE3: Emplear estrategias básicas de autorregulación.

OE4: Participar activamente en contextos emocionales grupales.

Reflexión personal y análisis teórico

Esta primera sesión me permitió pasar de la planificación al contacto real con las personas, lo cual es un cambio significativo. Comprobé cómo el enfoque constructivista y vivencial cobra vida cuando se genera un espacio de seguridad emocional.

La teoría de Kolb (1984) sobre el aprendizaje experiencial fue clave: al tocar, ver y elegir, los participantes conectaron con sus emociones sin necesidad de una verbalización compleja.

Me sorprendió positivamente cómo el uso del panel pictográfico funcionó como un catalizador emocional

Evidencias del proceso

Observaciones personales

Esta primera toma de contacto fue tan sencilla como poderosa. Me llamó especialmente la atención que, aunque las opciones eran visuales y accesibles, al menos dos participantes dudaron al elegir una emoción. Esto me hizo reflexionar sobre cómo la identificación emocional no es automática, ni siquiera con apoyos visuales, y que, en muchos casos, requiere modelado, tiempo y acompañamiento.

Tuve que reajustar mi rol: no como alguien que “aplica una actividad”, sino como una figura que sostiene emocionalmente el espacio y ofrece claves para que otros puedan expresarse. Me encontré pendiente de las miradas, de los gestos, del silencio, mucho más que de si elegían el pictograma correcto.

También noté cierta inseguridad inicial por mi parte, algo natural en una primera sesión real. Sin embargo, ver cómo uno de los usuarios señalaba el pictograma de “feliz” y luego lo repetía verbalmente, aunque fuera una sola vez, validó todo el proceso y me animó a seguir con más confianza. Además, uno de los usuarios no habla ni comunica nunca nada ni con la ayuda del comunicador y, ese día, pude encontrar la forma de que lo hiciera relajándolo con cosquillas y estimulándole sensorialmente, él se sentía relajado y cómodo por lo que respondía bien a la actividad.

Esta sesión me confirmó que la teoría me da la base, pero es la práctica la que me forma como futura psicopedagoga.